Miguel Ángel Díaz Palarea, un abogado ejemplar

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Miguel Díaz Ángel Palarea. Tomé esta imagen, con mi móvil, durante la cena en que celebrábamos su jubilación como profesor.

Murió hoy Miguel Ángel Díaz Palarea. Era abogado. Posiblemente, uno de los más brillantes abogados laboralista de las islas donde vivo. Con una amplísima trayectoria profesional, terminó especializándose en asuntos del profesorado. Por sólo poner un ejemplo de sus muchos éxitos, fue el letrado que ganó el primer caso de mobbing en Canarias, a favor de una profesora.

Lo conocí en los primeros años de la transición, cuando luchaba como un jabato para defender a los trabajadores más humildes en esa época, como los operarios de la basura o los peones de la construcción. La fábrica de La Rajita podría hablar de las veces que fuimos en mi coche para resolver asuntos sindicales y de la satisfacción de los trabajadores cuando Díaz Palarea convertía los juicios de Magistratura en debates sociopolíticos de los que salían sentencias favorables. Sé que otros sindicalistas, al margen de rivalidades de siglas, entienden perfectamente de lo que estoy hablando y echarán de menos la presencia de este hombre comprometido, uno de los que Bertolt Brecht definía como luchadores durante toda su vida.

Las inquietudes de Miguel Ángel no terminaban en su despacho ni en los locales del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias, ni siquiera en sus tertulias políticas, porque aprovechaba cualquier hora del día para pintar cuadros y cualquier hora de la madrugada para escribir libros.

Nuestros caminos se cruzaron muchas veces, en la juventud y en la madurez, de manera que no resulta extraño que yo terminase editándole un libro de narrativa ni que él me aconsejara más de una vez en asuntos profesionales. Ahora se ha ido y yo no me lo puedo creer.

Siempre pensé que terminaría por vencer el cáncer, pero no ha sido así. Otra vez, las Parcas malditas han vuelto a robarme un amigo, uno de los que uno utiliza para presumir. Y no me sirve de consuelo saber que a esa Ítaca oscura también arribaré uno de estos días, abandonando para siempre las troyas, las helenas y los polifemos que no hace mucho tiempo consideré tan importantes.

Qué tristeza, Miguel Ángel, qué tristeza haberte perdido, amigo.

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Miguel Ángel –segundo por la derecha–, durante una presentación literaria en La Laguna (Tenerife). Después, nos fuimos a la terraza del Hotel Nivaria y estuvimos muchas horas hablando de todo lo divino y humano, con esa lucidez y pasión que ponía en todas sus cosas.

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